" La
curiosa animadversión que la señora de mi primo había concebido
hacia mí era tan fuerte, que su comportamiento durante el desayuno
me resultó casi ofensivo. Pero, una vez que su esposo se retiró de
la habitación, ya no hubo lugar a dudas acerca de lo que pretendía..."
martes, 29 de mayo de 2012
sábado, 5 de mayo de 2012
Primera versión de una escena de "El Gato del Brasil" de Arthur Conan Doyle.
Aquí os dejo el fragmento al que pertenece la ilustración.
Aquí os dejo el fragmento al que pertenece la ilustración.
"Estaba
encerrado para toda la noche con la fiera feroz. Mi propio instinto,
para no referirme a las palabras de aquel miserable calculador que me
había hecho caer en esta trampa, me advertía que ese animal era tan
salvaje como su amo. ¿Cómo me las arreglaría para mantenerlo en
esa situación en que estaba ahora hasta que amaneciera? Era inútil
intentar salvarme por la puerta, lo mismo que por las ventanas
estrechas y enrejadas. Dentro de la habitación, desnuda y
embaldosada, no existía para mí ninguna clase de refugio. Era
absurdo que gritara pidiendo socorro. Este cubil era una construcción
accesoria, y el pasillo que lo unía a la casa tenía, por lo menos,
una largura de cien pies. Además, mientras en el exterior bramase la
tormenta, no era probable que nadie oyera mis gritos. Sólo podía
confiar en mi propio valor y en mi propio ingenio. De pronto, con una
nueva oleada de espanto, mis ojos se posaron en la linterna. Su vela
ardía ya a muy poca altura y empezaban a formarse estrías
laterales. No tardaría diez minutos en apagarse. Sólo disponía,
por tanto, de diez minutos para tomar alguna iniciativa, porque una
vez que quedara en la oscuridad y próximo a la fiera espantable,
sería incapaz de acción. Ese mismo pensamiento me tenía
paralizado. Miré por todas partes con ojos de desesperación dentro
de esa cámara mortuoria, y de pronto me fijé en un lugar que
parecía prometer, si no salvación, por lo menos un peligro no tan
inmediato e inminente como el suelo desnudo.
He
dicho que la jaula, además de tener una parte delantera, tenía
también una parte superior, que permanecía fija cuando se recogía
la delantera a través de la rendija del muro. La parte superior
estaba formada por barras separadas entre sí por pocas pulgadas,
estando esa separación cubierta con tela de alambre fuerte a su vez,
y el todo descansando en las dos extremidades sobre dos fuertes
montantes. En ese momento producía la impresión de un gran solio
hecho de barras, bajo el cual estaba agazapada en un rincón la
fiera. Entre esa parte superior de la jaula y el techo quedaba una
especie de estante de unos dos a tres pies de altura. Si yo conseguía
subir hasta allí y meterme entre los barrotes y el cielo raso, sólo
tenía un lado vulnerable. Estaría a salvo por debajo, por detrás y
a cada lado. Únicamente podía ser atacado de frente. Es cierto que
por ese lado no tenía protección alguna; pero al menos, me
encontraría fuera del camino de la fiera cuando ésta comenzara a
pasearse dentro de su cubil. Para llegar hasta mí tendría que
salirse de su camino. Tenía que hacerlo ahora o nunca, porque en
cuanto la luz se apagase me resultaría imposible. Hice una profunda
inspiración y salté, aferrándome al borde de hierro de la parte
superior de la jaula, y me metí, jadeante, en aquel hueco. Al
retorcerme quedé con la cara hacia abajo, y me encontré mirando en
línea recta a los ojos terribles y las mandíbulas abiertas del
gato. Su aliento fétido me daba en la cara lo mismo que una vaharada
de vapor de una olla infecta hirviendo."
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